Me saca una sonrisa cuando mi alma se inundaba, estar ahí y poder ayudarla me parece parte de un destino perfecto; y tomo su maleta, le sugiero que se tome de mi antebrazo, agrego que lo haga con confianza y charlamos cortamente, voy a su paso, su paso lento. El sol se hizo esplendoroso y cubrió la escena.
No me importó acompañarla más allá y ella hizo una cruz en mi frente, esperanzada me dijo "que Dios la bendiga" y yo le di un abrazo, ese abrazo que necesitaba desde el momento en que cerraba la puerta tras de mi esta fría mañana.
María Ignacia Díaz A.
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