martes, 17 de mayo de 2011

Destino

Me saca una sonrisa cuando mi alma se inundaba, estar ahí y poder ayudarla me parece parte de un destino perfecto; y tomo su maleta, le sugiero que se tome de mi antebrazo, agrego que lo haga con confianza y charlamos cortamente, voy a su paso, su paso lento. El sol se hizo esplendoroso y cubrió la escena.
No me importó acompañarla más allá y ella hizo una cruz en mi frente, esperanzada me dijo "que Dios la bendiga" y yo le di un abrazo, ese abrazo que necesitaba desde el momento en que cerraba la puerta tras de mi esta fría mañana.

María Ignacia Díaz A.

viernes, 13 de mayo de 2011

Tu sobredosis

Tu sobredosis te sacó de mi vida sin previo aviso, desconcierta mis mañanas no hallarte ahí y por varios días te he buscado. Al terminar el día, con mi plan fallido, invento uno nuevo y corro, espero, recorro, me lleno de ilusiones y espero que mi mirada se ilumine con tu rostro, pero no llegas y quizás no llegarás.
Recuerdo la casualidad de todo esto y supongo que es mejor así, supongo que es mejor tu brazo agujereado trágicamente, el gato en la ventana, dispersas tus prendas en el suelo, un afiche añejo en la sucia muralla y las migajas que me dejaste. Tú permaneces helado, iluminado perfectamente como un dios, inmóvil y celeste, los pies descalzos te hacen más vulnerable, más muerto, y el remordimiento crece.
El efecto de las drogas te hacía indiferente con el resto, pero eras puntual; el resto era indiferente contigo, no te veía como lo hacía yo.
En los '90 las cosas son distintas: tu y yo huimos sin que nos importe la rutina, sin que nos importe el resto, tu y yo bebemos hasta la locura, compartimos la ropa, las discusiones, los macarrones con queso, la leche con el gato, las caricias desenfrenadas y las subterráneas. A veces nos sentimos tocados por el sol, la mayor parte del tiempo no es así y alucinamos juntos sobre tu antigua manta revuelta; a veces reímos sin un sentido real porque no hay mucho de que contentarse, ambos lo sabemos, estamos rotos.
Tu estás conmigo y la sobredosis es mía, yo muero y te inspira, pero no hay más sentido. Mueres porque yo muero. Visitábamos las sucias calles y eramos amigos de los gatos, enemigos de ese cuarto y muchas otras cosas, casi todas las cosas.

Tu sobredosis te saca de mi vida, tal vez no volverás a esta vida, no estarás de pie frente a mi esa fría mañana, no te contemplaré más, pero tendré un plan cada día por si no te drogaste de más.

María Ignacia Díaz Arellano

Bajo Tierra

Bajo tierra estoy entre monseñores y cardenales, la escena es bizarra, entre las paredes monocromáticas permanezco estática, al fondo un Jesús policromado sufre, es contemporaneo y cuelga tras las rejas; algo me impulsa a dejar rápidamente el lugar subterraneo, sé que no tendría miedo a tu lado, no estaría invadida por esa sensación; disfrutaríamos todo lo que puedo ver, pero estás lejos y el monumento sepulcral está custodiado por el león de acero, la cúpula esplendorosa al final y la asunción de la virgen. Una vez más el órgano majestuoso golpea mi pecho mientras la mujer arrodillada se confiesa.

lunes, 9 de mayo de 2011

Fascination Street

Camino siempre mirando al frente, mapa en las manos, perdida en el arte de los edificios, me acerco y consulto de la manera más dulce, ella me indica el camino correcto y toma mis manos para despedirse con una gentil y familiar sonrisa.
Continúo, el frío congela mis manos y las hace torpes, la neblina me recuerda a Valparaíso y a todos los que me esperan ahí.
Entro a la catedral, la perfección del lugar me paraliza y luego de un lapsus infinito camino, el arcángel San Miguel mira el cielo divinamente desde su Munich, el vagabundo calienta sus manos cabizbajo al compás de su propia caricia en el torso; se me abomba la cabeza por el ayuno, pierdo el equilibrio y suena el órgano majestuosamente bajo la lúgubre iluminación del lugar.
Me giré para observar al patrono de esta ciudad desde el extremo opuesto y ahora espero, solo espero que estemos bajo su alero y doy gracias porque fue un prejuicio; no todos son tan fríos como creí, algunos perciben que no conozco el lugar, que no me siento parte y que en el fondo estoy sola aquí, sola ahora y mañana, y pasado como lo ha sido desde hace algún tiempo.
Respiro hondo en esta banca endeble, trato de llenarme de algo, de ese algo que me hace falta sin ustedes.
Debo continuar y el día está gris...

María Ignacia Díaz Arellano