domingo, 12 de junio de 2011

Pálido

Me sorprendió infinitamente verte ahí esa mañana, saber que no habías muerto de sobredosis me golpeó fuerte, heló mis extremidades, me desconcertó hasta el aturdimiento. Ya me había acostumbrado a la idea de no verte, miento.
Hace algún tiempo escucho demasiadas veces al día la canción "Pálido" de Christina y los subterráneos y, quizás extrañamente, me recuerda a ti porque te imagino celebrando solo hasta que cierran el bar, te imagino bailando en solitario con un vaso y un cigarro en la misma mano mientras los presentes te miran sacudir la castaña cabellera. En fin, te imagino y muchas veces al día.
Luego de muchos días pensando y meditando que pronto el semestre acaba y al término de este probablemente dejo de verte: tomé una decisión (lo difícil era llevarla a la práctica) y un martes "random" hice un papel con un mensaje para ti, no te encontré y lo agradecí enormemente porque me hacía falta coraje. Viajé y medité el asunto en el trayecto, para el regreso estaba más que decidida: el miedo a no verte más era superior a simplemente entregarte el papel.
Llega el día, subimos al metro, miramos al frente, me bajo apresuradamente, el corazón latía en los oídos y cuando avanzaste te tomé del brazo, te entregué el mensaje (estabas perplejo, cualquiera lo hubiese estado, tus audífonos no eran de ayuda) y huí. Los tacos no me permitieron huir más rápido, por mí hubiese volado, pero casi en slow motion miraba la torre y caminaba velozmente. Llegué agitada a clases, sonriente porque lo había hecho, demasiado feliz en mi fuero interno, queriendo gritar lo ocurrido.
El destino o mi poca experiencia hizo que obviara el hecho de que hay dos boleterías en una misma estación y te esperé...

En los días de invierno,
María Ignacia