Cansado volvías, tu figura me decía eso y mucho más.Te miré infinitamente cuando te vi dormitar, tu cabello besado por ese sol que no parecía de otoño, las manos blancas en el regazo, pulcras, manos fuertes, bellas. Tus dedos de artista se movían inesperadamente mientras entrabas al mundo de los sueños, quizás qué cielos estabas pintando.
Cuando abriste los ojos miré a través de ti, vi tu alma y tu corazón soñador; por un par de minutos te imaginé conmigo, a diario como en cualquier película de romance, dos soñadores de la mano, creando universos para los dos, viviendo al límite muchas veces solos tú y yo.
Pensé en retratarte; tú perfecto en blanco y negro, tan natural, sin igual en mis proyectos, único, pero no pude con mi timidez y lo último que vi fueron los diseños hermosos sacados de tu alma, plasmados con tus perfectas manos en esas hojas que serán oxidadas por los años y las miradas.
Los zapatos de color chocolate, cordones sin atar, caminarán muchos inviernos más, sin mi, y tú sin saber que yo te miré infinitamente.
María Ignacia Díaz A.
Foto: María Ignacia Díaz A. http://www.flickr.com/photos/heynacha/
No hay comentarios:
Publicar un comentario